martes, 2 de julio de 2013

Reniego tantas veces de la poesía

Estoy harta de las metáforas. De qué sirve la poesía si no puedo explicar a un sordo las últimas tres o cuatro notas de mi versión preferida del Lay, Lady, Lay. Preferida porque tiene este final.


Escucha, es cómo la tinta que aparece en el boli acabado cuando solo te falta poner tu nombre en el examen,
es el ultimo salto de cabeza a la piscina antes de correr al vestuario,
mirar el cielo que llevaba encapotado toda la noche y, justo antes de entrar otra vez en casa, ver la luna,
el olor a recién comprado de un libro de biblioteca,

(no sé, algo triste pero feliz y privado)

la tarta de zanahoria sorpresa del día en que no-celebramos-absolutamente-nada,
el mechón de pelo que se escapa de su coleta por el cogote, alrededor de su cuello, y en el que solo reparas cuando se marcha,
rozar uno de tus juguetes antiguos con las yemas de los dedos mientras buscas bajo la cama unos apuntes de física cuántica,
ese pequeño punto que solo el pintor sabe que falta, la razón por la que no puedes ver el cuadro todavía,
encontrar el rojo adecuado en el cajón cuando el pintauñas que usabas se gasta antes de llegar al meñique derecho,
la pizca de zumo de piña y uva que hay en la nevera cuando llegas de la calle.

No sé, un beso de bienvenida color naranja.

Algo inesperado. Ilógico.


*   *   *

Cómo queréis que me crea vuestras definiciones de amor si la mayor parte del tiempo tampoco me creo las mías.

2 comentarios:

  1. Enamorada de Pilar y sus poesías, tu sensibilidad me encanta, y lo sabes.

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    1. Muchas gracias, aunque, sabes, en realidad todo me es repetición ya.

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