domingo, 30 de diciembre de 2012

Rimas sinapenasentido de niña pequeña.

Quizás se os haya olvidado que todo esto rima (pero yo me quedé en los ocho años):

un colchón,
como el balcón
al abismo,
tú mismo
caerás.
no pidas más
a la vida
que está ida:
puede mirarte con deseo
olvidar que eres feo
de corazón guapo,
darte un beso, sapo

y follarte concediéndote lo que pediste unos versos más arriba. Y joderte.

martes, 25 de diciembre de 2012

19.

    Siempre me he imaginado a la señorita nº 19 fumando apoyada en la pared de un callejón, con los dedos largos, la cabeza orgullosa, falda corta y unas botas sin tacón.

    Y con un moño alto.

    Es un antojo.

    Con la mirada de quien no se acaba de creer que tiene toda la vida por delante.

    Y de alguien a quien nunca le ha hecho falta beber para dudar.

lunes, 24 de diciembre de 2012

Angustia.

    Estas Navidades me están sabiendo a lo que dicen los tristes que sabe el Otoño.

   Aunque a mí siempre me ha gustado el frío y la lluvia, pero moja más cuando es repentina y llora alguien susurrándole a Dios que por qué le ha engañado.

Susurrando,
                             muy bajito
y Dios y ella saben que esta vez 
no es una plegaria, 
es una pregunta, 
retórica.


    Dime por qué, Dios, nos quieres matar de pena, o de miedo cada domingo, qué te parece tan gracioso en eso de acabar las semanas con el corazón en un puño, haciendo fuerza para que los ojos no se derramen otro día más y para que los labios no se separen y te griten.

    No somos tan fuertes, cada embestida nos deshace un poco más -recordad que somos solo polvo- y estamos sudando todas las gotas de pegamento que nos unen.

    A qué juegas poniéndonos entre la realidad y la pared   de pinchos que se cierran cada día. Dónde nos has dejado la capacidad de creernos el optimismo que predicamos ahora con boca pequeña. No podemos parpadear porque cualquier día nos cae el techo de un hospital sobre nuestras cabezas y será como ver a cámara lenta cómo se incendia el cielo y no podemos refugiarnos de las llamaradas.

    Por qué ni nos salvas de tener el temblor a flor de piel. Danos un respiro, me gustaría que si se me chocan los dientes fuera solo por el frío y no de aguantar un llanto más.

    Por favor, no nos obligues a acabar con las existencias de abrazos de esta Navidad.

sábado, 22 de diciembre de 2012

Hipotético caso.

    Habláis de tener pájaros en la cabeza, pero os olvidáis de las aves que anidan en sus rodillas y le levantan la falda en cada aleteo.

    (Quizás por eso ama las faldas con vuelo.)

    Y actúa tan bien, es tan escena en tu cabeza que no te has dado cuenta de que ha dejado de decirle para imaginarle, porque "suspiro por ti" está ya muy dicho y a estas alturas se nos da mejor idealizar que aprender a vivir.

    Y lo preferimos, es más fácil.

    Quizás se pinta ahora corazones y más aves en el cuerpo porque no le decoran sus caricias, y coronas alrededor de los pezones como si él hubiera tocado esa base, y brillaran, y el cielo de estrellas le aplaudiera porque nunca le ha importado palidecer ante el home run que, adelante, ojalá consiguiéramos.

    Es posible que se haya desnudado otra vez sola, porque tú no estabas (ni cualquiera) y porque, mirad, siempre le han valido sus dos manos. Aprendió hace tiempo que la imaginación no solo sirve para pensarle, y que si la masturbación tántrica existe debe parecerse a escribir esto.

    Que no importa, ella puede seguir marcando sus derrotas allá donde le alcance el boli, entre su piel y el papel, porque algún día sumará tantas que saldrá positivo. Y tendrá otro cuerpo sobre el que dibujar.

domingo, 16 de diciembre de 2012

"Estoy muy jodida."

    No sé si ir a la calle a buscar una cuerda del MI o a buscar a mi abuelo. Sé que es domingo porque ha pasado una semana, pero me pesa como un mes. Nos pesa, estamos rotos, y todos sabemos que algo roto se rompe más y más bajo presión.

    Nadie dijo que fuera fácil. Ni que fuéramos a sobrevivir siempre. Y a pesar de eso seguimos creyendo que las lágrimas son buenas para pegar los trozos y sanar las heridas. Pero no pueden valer para todo.

    "Estoy muy jodida." Y yo, mamá, y yo. Ven, abrázame, que si hemos aguantado esta semana nos quedan muchas más y solo podemos subir.

    Verás, espero que en el cielo alguien nos convalide todo esto y no volvamos a tener unos siete días tan malos en 40 años. O hasta el fin del mundo, sugiero.

    Pero no vamos a hablar de ese "nosequé" que me dice que todo va a empeorar. Otra vez, digo. Quizás es que ya eso que me oprime el pecho viene de regalo con su muerte y se queda a vivir entre nosotros, ocupando su lugar.

    Solo os diré que ahora, cuando ando por la calle solo puedo mirar a los ancianos y pensar: "por favor, no os muráis nunca, vuestra gente sufrirá mucho."

    Y me cabreo cuando me decís que ojalá os muráis pronto. Sois tan egoístas que vomitaría sobre vuestras tumbas.

    Porque os quiero.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Momentos puntuales II. "Anoche"

No sé si contarte que nunca he sabido pedir ayuda de verdad. Que mis llamadas de socorro son tan sutiles que parecen bromas. O más tonterías.

Que alguien tenía que poner el hombro, y el abrazo, y que mira, sí, es difícil llorar en público. No me importa que me miren, pero, por favor, no os compadezcáis. Soy fuerte.

O eso digo cada vez que aprieto la mandíbula. Pero después pienso que más fuerte y más verdad es quien lo suelta allí, pero yo no.

"Lo siento." Es mentira. No me conoces. Si lo sientes que sea porque a ti también te duele. Me cago en las formulas de cortesía.

Pero qué importa. Otro día más y esto debería ser una celebración. Por lo menos no soy la única que vive en una contradicción, eh, Dios.

Ojalá no parecierais tan desvalidos para poder serlo yo. Para poder convencerme de que no es malo del todo y de que podéis sujetarme un rato. Es difícil.

Y aun así hoy podría decirte que yo siempre he sido de las que llora por la noche, y sola, y que a pesar de eso cada mañana busco motivos para seguir.

Necesito un puto abrazo.

lunes, 10 de diciembre de 2012

Adiós.

Esta poesía está hecha hace un par de semanas, y antes tenía un nombre que ahora he cambiado, pero eso no importa mucho. Tampoco son casuales los puntos suspensivos del título.



Qué sabia es la caligrafía china, 
cada trazo de una palabra 
es un proceso interior. 
Y cada tachón, aprendizaje.


No es fácil heredar el arte
cuando te quedas tanto tú, abuelo,
pero poco a poco nos va goteando
por la cercanía de cuando nos piensas.

Y aun así sacar cada palabra
cuesta años de aprenderla,
como duele aprender a caminar, y
casi tanto como aprender a vivir.

(Ojalá aprendiéramos a eso algún día.)

No son fáciles estos tiempos,
ni a tu edad ni a la mía.
ni a la de nadie.
aunque dudo que cualquier tiempo pasado fuera mejor.

Estamos aquí. Nos vale.

Continuamos recordando las
épocas de los mofletes rojos y
los dientes de leche. Y las
fotos con zapatos absurdamente pequeños.

Continuamos viviendo dibujos,
novelas, dedicatorias y poesías,
A pesar de que yo no sé nada de métrica.
Y tú, quizás, demasiado.

Y todos los trazos que nos quedan por enlazar.

Y toda la vida.





sábado, 8 de diciembre de 2012

Escena.


Apoyada en la ventana colgó el teléfono y encendió un cigarrillo. Parecía una escena de cine en blanco y negro, solo le faltaba llevar los labios oscuros y traje de chaqueta. Pero estaba más cómoda desnuda.

"Cuéntame un cuento."

Hoy ha venido un amigo a contaros un cuento que contenga las palabras "halcón", "pantalla" y "calcetín", no preguntéis por qué. Aquí podeis encontrarle: http://cuentameuncuentomiguel.blogspot.com.es/ 



LA FANTÁSTICA HISTORIA DEL HALCÓN Y EL CALCETÍN

    Hace mucho tiempo, en un lugar muy lejano, vivía un halcón. Era un halcón muy peculiar. Su plumaje no brillaba ante los rayos el sol como los de los otros halcones; y su pico era un poco más curvado que los del resto.

    Por ello, el resto de sus compañeros en la academia de vuelo se metían mucho con él. "Mira por donde va el iluminado", o," A ver si puedes cazar ese ratón pico corto".

    Por miedo al rechazo y a los abusos, el pequeño halcón se solía refugiar en una extraña construcción que se alzaba imponente sobre todo el valle. Los pájaros mayores solían contar historias sobre grandes figuras que emitían ruiditos extraños por las noches, pero él nunca se había encontrado nada preocupante.

    Un día, mientras lloriqueaba por su mala suerte, escuchó un chirriante sonido. Los pasos de un gran animal se acercaban hacia su posición, y él empezó a temer que los cuentos fuesen verdad. Cerró los ojos con mucha fuerza y deseó poder desaparecer en ese mismo instante.

    Por ello, un escalofrío le estremeció cuando notó el suave tacto de un calcetín de lana sobre su cabeza. Trató de mirar de refilón, y así observó a un extraño ser que le trataba con dulzura.

    La falta de amor en toda su vida le hicieron prepararse para algo malo, y preparo sus afiladas garras, por lo que pudiese pasar.

    Pero el calcetín protegía de rasguños la pata de aquel ser. Con delicadeza, le transportó hacia una pantalla transparente que se situaba en lo alto de una pared. Con un suave golpecito la abrió y soltó al halcón diciendo:



    "Oh, poderosa ave, reina de los cielos. Alza el vuelo y disfruta de la libertad con la que la naturaleza te obsequió."

    Y así el halcón aprendió una valiosa lección: siempre habrá alguien al que tus defectos le parezcan grandezas.

    Y así el halcón siguió con su vida, volando con la seguridad que otorga al imperfecto, el asumir sus "grandezas".

                                                               

                                                                           EMEMGI 

jueves, 6 de diciembre de 2012

Momentos puntuales I.

    Pocas cosas me dan más miedo que los crucifijos de los hospitales.

    Ese amasijo de huesos puntiagudos que nos recuerdan como van a acabar nuestros seres queridos.

    Que Jesús era vida, acordaos. Por qué lo colocáis con cara de muerte. El pelo le resbala negro como la capucha de la parca y dejo de acordarme de que quiere significar la resurrección.

    Quién lo diría, viendo cómo lo ponéis encima de las camas y parece que podría absorber toda la vida de su cuerpo enfermo porque la figura está tan fría y tan inerte.

    Que la vida es vida por la muerte lo comprendo. Pero no entiendo esa forma de demostrárnoslo en cada hospital.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Ésto debajo de la manta no pasaba.


Mañanas en las que te despiertas
y sabes que no vas a comerte el mundo.
Que nos coma él antes.
A mí, empezando por los labios.

No sabes si cambiar la manta
por el calor del pan tostado.
O echártela a la cabeza y comer (en) sueños.
Yo ya he pensado en poner una cocina en el dormitorio.

Y luego sales de la cama y
el tiempo empieza a contar.
Y no sabes correr, y no
sabes qué ropa no ponerte de toda la que te sobra.

Pierdes el tren todos los días
y coges el siguiente que te deja allí,
veinte minutos antes.
Yo tampoco quiero entenderlo.

Lo único bueno de salir de la cama es el desayuno. 

lunes, 3 de diciembre de 2012

Diálogo interior I. "Me quedo con el invierno".


 A veces confundo estar triste con necesitarle. Y el invierno con la falta de (su) calor.

Creo que vivir no es más que una secuencia de días que observamos desde la butaca. Creo se me han acabado las palomitas.

(Quiero irme de aquí.)

Y me equivoco. Lo siento, pequeña, pero estoy harta de pensar cosas deprimentes. Sal y cómete el mundo. O comete el robo de una nube, que nos hace falta un poco de algodón de azúcar.

Quererle no es pensar en él cuando necesitas un puñetero abrazo. No es tu rayo de luz en mitad del invierno, para iluminarte ya está el Sol.

Recuerda que siempre te ha gustado el invierno. Refugiarte bajo las capas de ropa y llevar la nariz roja y fría. Y los mofletes -nunca he sabido qué hacer con ellos-. Tocar espaldas con las manos heladas y el brinco que dan todos. Las cartas de felicitación. El carbón de reyes. 

(Debería hablaros un día de las cartas.)

Que le den a la primavera, podemos ser flores de invierno.

O ese mismo rayo de Sol.

domingo, 2 de diciembre de 2012

Qué inútil es todo.

    Quizás nos seguimos equivocando y los domingos no son para lamentarnos. Ni para lamernos heridas que saben a sal de tanto llorarnos.
   
    Tenemos 52 domingos al año -más los que nos pillan entre semana- y seguimos revolcándonos entre los deshechos de la vida que tenemos.
   
    ("Desechos" o "deshechos", me valen las dos palabras.)

    Si yo hubiera creado los días al domingo le habría llamado Vacío. O Felicidad, y moriría de ironía cada semana.

    Pero puedo seguir tocando fondo, no os preocupéis. Me río de mí misma cada día al levantarme y no poder abrir los ojos ante la luz eléctrica del baño.

    (Mejor no os comento nada de la luz del Sol.)

    Menos mal que mi reflejo en el espejo nunca me ha deslumbrado. Y creo que los domingos esa imagen se traga el poco brillo que me queda.

    Desde el sofá me convenzo a mí misma de que no tengo nada que cambiar. Ni nada por lo que luchar. Aunque me sigue fascinando la idea de destrozarme por fuera para reconstruirme por dentro.

    (Qué romántica estás este domingo. Y qué bofetada tienes.)

    Y sin embargo a veces se me aparece una lengua de fuego entre hemisferio y hemisferio cerebral que me dice:

    "Menos lobos, Caperucita, que el domingo es otro inútil invento humano."

Solo Safo tenía musas.

    Los demás mortales de veintiún siglos después nos conformamos con los restos, con escribir lo mismo una y otra vez y hacer como si no lo hemos notado.

    Que a las últimas princesas se las llevó casi todas Sabina, y a las que no ya no sabemos cantarles.


    Que enterramos a Eleanor Rigby sin lágrimas y no sirve de nada lamentarse ahora.


    Que Dolores no quería llamarse Lola, pero tampoco Consuelo.


    Que la dulce Carolina nos hizo temblar y luego volvió para hacernos perder la cabeza.


    Que si volviera Annie a mi ciudad, dejaría que me rompiera el corazón con todos sus peinados y todas sus sonrisas.


    Que la pequeña Valentine podía ir a su aire porque no importamos. 



   
    Podríamos repetirle a Ella Fitzgerald que ellas ni eran buenas ni querían serlo.

sábado, 1 de diciembre de 2012

De cómo no autodestruirme.


Nada de fumar, ni de difuminar
los límites de la realidad
con el humo 
en cada respiración.

 

    En realidad no me importa ya. Lo digo como quien repite una retahíla de oraciones que aprendió le inculcaron siendo niño.

   Pero te equivocas. No es sexy porque no eres Jamen Dean, ni Marilyn. Ni es barato. Y no vamos a hablar de lo sano que tampoco es.
 
    Pero no me importa.

    Y sin embargo es el único método que yo no utilizaría para autodestruirme.

    Me gusta más tragarme tu promesa de que sí, de que esta vez lo dejas, y luego respirar tu humo en mi cara.

    Y toser corazón disfrazado de alquitrán a modo de respuesta. Ya ni siquiera pongo los ojos en blanco porque tu gris que sale al exterior en forma de nube no te permitiría verlo.

 
    Pero me alegro que os vaya bien con las marcas que deja con el tiempo.

    (Porque él sí os deja a vosotros. Secuelas)

    Debe saber a muerte y a seco.