Puede pasar. Evoluciono hacía ti, para adaptarme a tu forma, y tú descubres que el placer está en acariciarme torpemente la piel fina de la espalda. Y el cariño hace el roce, y esto, la fusión.
(Y luego herida, pero no os pongáis tristes aún.)
Descubro que tus vísceras no me importan porque nací para acogerlas y no le busco más explicación Podría hablaros de su corazón latiendo, pero prefiero contaros los rugidos de su estómago antes y después de comer. Y el hinchar de sus pulmones cuando intenta mantener la cabeza más alta que yo. Y el desvariar de su arrugado cerebro mientras duerme.
Y yo os digo que nuestras vísceras son suaves.
He acabado acogiendo tus vísceras y tus manos. Y espero que tú acojas mis ojeras.
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