Tenía la voz tan suave que cuando susurraba parecía que silbaba. Y sus eses serpenteaban sigilosamente a través de los oscuros y silenciosos pasillos. Sonreía si así conseguía sacarte a ti una sonrisa.
Si escuchabas solícitamente sentías el sonido de sus sesos separando realidad y deseo. Y a sus cabellos soportar miles de desbandadas de la brisa del ocaso.
Solo estar ante su presencia significaba una sensación de sensual libertad salvaje.
Y aun así ella sufría de una sinuosa soledad.
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